El parque del Distrito Este. Capítulo 2

El parque del Distrito Este. Capítulo 1El parque del Distrito Este. Capítulo 10El parque del Distrito Este. Capítulo 11El parque del Distrito Este. Capítulo 12El parque del Distrito Este. Capítulo 13El parque del Distrito Este. Capítulo 2El parque del Distrito Este. Capítulo 3El parque del Distrito Este. Capítulo 4El parque del Distrito Este. Capítulo 5El parque del Distrito Este. Capítulo 6El parque del Distrito Este. Capítulo 7El parque del Distrito Este. Capítulo 8
El viernes fue un día especialmente emocionante para el Jefe del Distrito. Se levantó todavía más temprano que de costumbre. Todo debía ir como había planeado. Iba a ser el inicio de algo grande, algo que hiciera justicia al carácter de Kuttu. Cuando llegó a la Dirección, antes que ningún otro empleado, fue directamente a la sala de reuniones donde se celebraría a las 12 la sesión informativa con los alcaldes. Sabía que todos ellos le respetaban como político por su reputado sentido de la justicia y del deber, pero hoy más que nunca debían mantenerse las formas para garantizar que todas las ciudades del Distrito participaran en el proyecto con el mismo ímpetu que le movía a él. En cuanto todos llegaron, su secretario, los directores de las distintas secciones y él pasaron la mañana revisando la presentación, ultimando detalles y pensando las posibles preguntas que los alcaldes tendrían al respecto de la iniciativa. Nadie sospechó siquiera que el café que encontraron recién hecho a primera hora y el resplandor de los muebles eran también obra del Jefe del Distrito.

En total había 7 ciudades en el Distrito. La capital, situada al sur, solía tener influencia directa en cuanto a las decisiones políticas en dos de sus cuatro ciudades vecinas, cada una situada a un extremo del Distrito y la mayoría de cuyos habitantes dependían económicamente de la gran ciudad. Las otras dos poblaciones lindantes con la capital, situadas en el centro del Distrito, elegían tradicionalmente a gobernantes ecologistas, dado que el mantenimiento y cuidado de su geografía única, abundante en vegetación y lagos, se encontraban en las primeras posiciones de la lista de prioridades de sus habitantes. Finalmente, en cuanto a las tres poblaciones norteñas, bastante más pequeñas que el resto, no podía decirse que tuvieran una tradición política clara, ya que se caracterizaban por cierta inestabilidad. De hecho, eran famosas en el Distrito por la poca fiabilidad de las encuestas electorales que en ellas se llevaban a cabo. Solo en una ocasión el partido ganador había coincidido con el predicho... aunque para la población vecina. Actualmente, las tres tenían alcaldes de grupos diferentes. Así pues, de las 7 ciudades, había tres alcaldes del Partido de la Gente (el que mandaba en la capital), dos del Partido por la Tierra (de las ciudades centrales), uno del Partido por el Futuro, uno del Partido por la Unión y uno del recientemente creado Partido Positivista.

Lo cierto era que la reunión podía haberse alargado hasta la noche por las objeciones de los alcaldes, pero el carácter resolutivo del Jefe del Distrito permitió acabar con ella hacia las 3 de la tarde. La primera reacción general de los representantes de las ciudades fue de incredulidad. El Jefe se vio obligado a repetir los plazos de ejecución estimados y las normas del Concurso. Nunca antes se había planteado un proyecto tan ambicioso y rompedor en el Distrito. Aun así, los alcaldes del Partido por la Tierra se mostraron optimistas y participativos desde que comprendieron el alcance personal que todo aquello tenía para el Jefe del Distrito. En cuanto a los alcaldes del Partido de la Gente, solo uno de ellos se atrevió a expresar su confusión abiertamente. El alcalde del Partido por el Futuro se mantuvo en silencio durante la reunión, hasta que, en su despedida del Jefe del Distrito, le confesó que tendría su total apoyo, ya que veía en el proyecto una oportunidad de dirigir a la sociedad hacia un porvenir mejor, más participativo y democrático, lo cual alentó aún más al Jefe, cuya efusividad en el apretón de manos empezaba ya a ser objeto del humor de sus ayudantes, que observaron el desarrollo de la sesión con gran expectación. Los alcaldes del Partido por la Unión y del Partido Positivista se mostraron algo más reticentes a abandonar sus preocupaciones por el Jefe del Distrito, pero finalmente se vieron obligados a cumplir con sus órdenes y, con el tiempo, dieron en reconocer que todos los esfuerzos podrían llegar a merecer la pena.

Después de eso y una vez se ultimaron los detalles para la ejecución del Concurso, empezó la campaña de difusión. Cada paso que se avanzaba en el proyecto y que lo llevaba algo más cerca de la realidad hacía que el Jefe del Distrito experimentara un nuevo brote de ilusión. Los diseñadores de los carteles habían hecho un gran trabajo en muy poco tiempo y pronto se llenaron las calles de las ciudades con sus colores. Los cafés, los paseos y las plazas brollaron con conversaciones acerca de la iniciativa. Como con cualquier otra noticia, las reacciones fueron muy variadas. Hubo quien dudó de la honradez del Jefe del Distrito, ya que, decían, no había necesidad de un gran parque y tantas prisas apuntaban a “chanchullos oscuros”. Aun así, muchos otros aplaudieron la idea, sobre todo por lo de implicar a los jóvenes en el proceso de elección del proyecto ganador.

Los días pasaban muy rápido en las oficinas del Distrito Este. Había un gran bullicio, pero con cada nuevo pequeño logro el sentimiento de utilidad y la expectación crecían entre los trabajadores. Muchos ciudadanos mostraron interés en los detalles de las bases del Concurso, así que, además de las charlas informativas itinerantes que se daban en centros cívicos e institutos, se habilitó parte de la oficina de atención a los ciudadanos del Palacio del Distrito con carteles especiales y una encargada de difusión del proyecto que atendió a más de ciento veinte consultas individuales en dos semanas.

Cuando el Jefe del Distrito se despertó el lunes, día 4, del que habían estado hablando durante semanas, al sonido de las campanas de la iglesia que daban las 5 de la mañana, tuvo que darse un minuto más entre las sábanas para coger las riendas del cúmulo de emociones que le embargaron antes de calzarse las zapatillas y afrontar el largo e intenso día que iba a empezar.

Capítulo 3